Mariano Melgar como genio y Arequipa como escenario, tiene el orgullo de ser responsable del idilio más notable de nuestras letras. Unido al nombre de nuestro poeta revolucionario está el de Silvia la musa de su más importante obra. Del gran amor que Melgar plasmara en su poesía resulta la célebre «Carta a Silvia» extenso romance endecasílabo en 522 versos asonantes en el que da testimonio pormenorizado de su recorrido amoroso. El primer toque de magia de su literatura lo hallamos en el hecho de que Silvia no se llamara Silvia. Porque aquel entonces, ese era un nombre poético habitual, una especie de nombre tipo al que frecuentemente acudían los literatos de antaño para invocar a la mujer querida.
La Silvia de su hermosa obra era en realidad, María Santos Corrales y Salazar, su prima. Los padres de cada uno eran primos hermanos, y el parentesco se vio reforzado cuando el 8 de febrero de 1812 contrajeron matrimonio María Melgar y Valdivieso (hermana del poeta) y Romualdo Corrales y Salazar (hermano de Silvia), convirtiendo en cuñados a los personajes de la famosa figurativo del nombre de la inspiradora de sus versos, puede darnos una pista de hasta qué punto los hechos acontecidos en esta relación amorosa pueden estar sujetos a una singular interpretación personal del poeta.
Mariano Melgar y Valdivieso nació en 1790 y no en 1791 como frecuentemente se confunden, y María Santos en 1797; es decir existió entre ellos una diferencia de edades de siete años. Cuando el poeta posa sus ojos sobre ella, él tiene 20 años y ella solamente trece… aún era una niña.
Esta circunstancia parece dificultar la posibilidad de que María haya podido enfrentar plena y conscientemente una relación afectiva como la que pretendía Melgar.
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